Sunday, August 28, 2005

I
Primero la idea de Fran me pareció buena. Le di ánimo. Hasta le dije que tomaría buses, lo visitaría en algunos pueblos, le llevaría noticias, galletas de la suerte.
Pero imaginé a Fran, caminando de aquí a Valdivia. Tomé un mapa. Conté los kilómetros. Me dio miedo. Y si le pasa ALGO. Y si no VUELVE.
Y si Sara por fin encuentra la maleta que perdió hace un año y también se LARGA.
Recordé: la otra noche bajó la música, nos miró con cara blanca, de muerta. Dijo que en sueños veía la maleta: ardiendo, en un aeropuerto.
Imaginé la hoja sin Fran ni Sara. En blanco.

II
En la tarde me junté con Manu. Trajo nuestra pequeña caja roja. En la que espiar: poemas, cerezos, mujeres durmiendo.
Me habló de una pared llena de mirillas “por las que se veían ambientes pequeños, abandonados. No, María, no era bello, más bien triste”.
¿Nuestra caja libro? No contestó. Cambió de tema, dijo que Duchamp no soportaba a los artistas visuales, que prefería a los escritores. ¿Carroll, Roussel?. Allá él, dije (se me estaba acabando los cigarros y afuera llovía, estaba mal genio). Y cada uno, agregó.
Después habló de la novia, sus solteros.
Tomamos vino. Manu no toma. Se emborrachó. Tuve que acompañarlo hasta la micro.

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