VI
El árbol niña nació del frío. Y esperó el otoño, todo el invierno para sacar sus flores a la mañana del jardín.
Observábamos a los conejos festejar, volverse en un instante copo de azúcar o diente de león, olvidar incluso comer las lechugas de la una de la tarde. Lo mismo las cigarras y las pequeñas arañas blancas.
Queríamos ser parte de la fiesta, decirle al árbol niña que también nosotras esperábamos su primavera.
¿Es verdad que sus flores tiene nombre? preguntaba María Sol.
¿Es verdad que se llaman Magnolia Sur, Magnolia Trigo, Magnolia Inés?, decía como quien habla con el espíritu de alguna cosa o con el aire.
VII
A las seis de la mañana despertaba la casa. Las tazas se movían lentamente por encima del mantel y las cucharas caminaban en fila india del cajón hasta la mesa y de la mesa hasta los platos, como niñas de plata o pequeñas espigas. La tetera se acercaba con paso lento y casi siempre llevaba sombrero.
Imaginábamos al pequeño dios de la casa bostezando acurrucado en uno de los jarrones.
Y en medio del sueño veíamos el baile de las cosas.
VIII
¿Qué pasaría si de pronto cruzáramos la puerta y no estuviera el árbol ni los pastos?
¿Sería entonces el frío?
¿Sería el blanco?
No soportábamos las preguntas de María Magnolia ni el miedo a imaginar ese vacío.
Thursday, February 08, 2007
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