Tuesday, October 10, 2006

Lo mejor era la llegada de las margaritas a mediados de septiembre. Venían del sur y con canastos. Las primas asistíamos, íbamos al encuentro.

Llegaban en fila y su educación estricta no les permitía hablar en otro idioma que no fuera el blanco. Y esas palabras eran para nosotras una lengua extraña, lengua de flor o pájaro.

“Las margaritas son alemanas, estoy segura que cargan esos canastos porque son alemanas y traen los dulces de Colonia” decía la prima menor. “Estoy segura de que ese idioma no es el blanco. Las margaritas hablan el alemán de Colonia”, decía.

Las demás la hacíamos callar. La mirábamos incrédulas. Disimuladamente le tirábamos la trenza.

Las margaritas seguían: margaritas de ballet: el paso en cuatro compases: los pétalos respingados.

El desfile por el jardín duraba 23 minutos y se repetía todos los años. Durante dos nuestra prima menor insistió en su teoría del origen. El tercer año ya era una prima mayor y no dijo nada.

Al llegar a la mitad del jardín las margaritas se inclinaban al mismo tiempo y ponían las pequeñas zapatillas dentro de la tierra. Dejaban al lado el canasto, miraban la primavera del jardín y empezaban a ser flores.

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