Thursday, March 09, 2006

Sara te das cuenta como hay un día que parte la vida en dos. Ser espectador de ese día deja también una fisura. No es dolor, sólo una grieta como la que mirábamos de niñas en el muro. Las dos calladas (cosa rara).

Son esas grietas las que te hacen pensar en sistemas de protección, en gestos. Para los tuyos, que no son tantos. Si finalmente son los mismos con los que aprovechabas el sol en los recreos. Se sumaron dos o tres que eran igual a esos y no más (el resto nombres, caras que alguna vez pensaste podrían partir tu vida en dos, pero que ahora ves de lejos, veladas)

Porque cuando te das cuenta de que el tiempo es poco, vuelves por abrigo, no se a dónde, pero vuelves a algo.

1 comment:

manán said...

Perdón. Perdón o disculpas. ¿Hasta cuando se puede ser majadero?
Bueno esto es lo que creo. Pero es justamente a eso lo que me refiero. Ya te lo he contado. Cuando niño descubrí una fisura en el muro del patio de mi casa. A golpes (“metáfora” de las miles de “fisuras” que va dejando la vida misma) llegó a crecer y ser una pequeña cuevita. La Gruta. El espacio. La experiencia de santuario. Es ahí donde vuelvo. Con lo que aprovechábamos el sol en los recreos. Y es que Sara, Francisco, etc. no son solo imaginarios. La metáfora que habla de algo más allá. La brutalidad de esa realidad. ¿No la ves? A eso vuelvo. Lo que está en el muro, o detrás de él. O en él. ¿la ves María? ¿la ves?