Thursday, April 20, 2006


En un par de semanas viajo a ver a Sara. Había juntado algo de plata para comprar un computador. Pero extraño a Aki, Natsuko, Sara y mientras pensaba en lo mucho que quería estar tomando un café con ellos pasé por fuera de una agencia de viajes. Terminé comprando un pasaje para ir a ver a Sara y me quedé sin computador.
Y hace unos días: mi viaje. Temuco y Puerto Saavedra (de ahí la foto de la mujer tejiendo canastos). Cada vez que voy quiero quedarme en medio de una de esas conversaciones en las que todas las mujeres de la familia hablamos mientras el tiempo no pasó nunca. Soñé que vivía en otra ciudad, que estaba en un templo de Nara, que pasaba por fuera de una vitrina y entraba a comprar un boleto de avión para visitar a Sara. Sigo jugando en un patio de Comuy, persiguiendo a mis primas, durmiendo la siesta. Mi padre y Enrique concentrados en tomar fotografías mientras yo junto caracoles y los pongo en fila en mitad de una vereda. Tengo cuatro años y un vestido verde, a cuadros.

3 comments:

Chepita Monroe said...

te vas para allá. y yo llego.
¿entremedio nos curzaremos?

manán said...

LA DERROTA DEL MAR

Nosotros que tuvimos que pasar
por tantos puertos llenos de agitación
pernoctando en pequeñas lanchas
azotadas por la lluvia y por las olas
y que fuimos a un tiempo
alegres ebrios a bordo de cargueros sin destino
y silenciosos marineros abandonados en la bahía
nosotros que algún día soñamos en lechos
extensos como las velas de los barcos
y construimos un hogar sobre el viaje de las aguas
bendecidos por la música del mar en la noche
anclamos ahora en la oscura rada
como naúfragos arrojados a su mala suerte
vomitando espuma
con los pies enterrados en la arena
y la piel herida por la sal.

es de Verónica Jiménez para Kurt Folch

Otro...
II

En algún lugar de la casa
alguien reza el rosario
por el alma de los naúfragos.
Ellos me ven,
me oyen balbucir, olvidar
el sonido de sus nombres,
acariciando el borde de los retratos.
Ellos me miran encender cuatro velas
en el centro de la mesa.

Nadie ha venido hoy
a este panteón olvidado,
ni los niños que solían
pintarme la cara para que estrenase
mi número de fábula, ni esas manos
que dibujaban trenzas de algas
con mi pelo, protegido del viento.
Y ellos cantan,
vienen a llamarme
y me dan en los ojos con sus voces de agua.

María José Ferrada said...

gracias manan, me gustaron muchos los peomas e imaginé un acuario. sobre todo me gustó el fin del último.

Besos