Tuesday, December 27, 2005

Hoy: comida japonesa y cerveza, por ahí….
Francisco: te llamé y te llamé: vamos a pasar el año nuevo en casa de Clara. La tristeza de Clara por estos días. ¿Se aliviara un poco con champaña? ¿muday? (por único brindis).
Una tristeza como esa. Yo misma haciendo maletas, cruzando la mitad del continente, un siglo atrás.
¿De un amor como ese? Me quedan fotos, una que otra artesanía del lugar. Y dije que nunca pero finalmente les tomé cariño.
Después de todo la historia es exótica:

LA HISTORIA:
Transcurrió en la selva. Todo iba bien hasta que mi chico (lo conocía hace muchos años y lo que pasaría era improbable, siempre había sido ateo) se convirtió a una religión extraña. Por suerte estaban los niños: Pedro y Bolivar que estaban de paso (vivían en un barco, su padre era del FPMR y había decido tomar la custodia por la fuerza) que me alivianaban el mal de amor consiguiendo bicicleta y patines. Cada vez que me caía lloraba, no por el porrazo, por el chico. Los niños, contentos de haber encontrado un adulto que se comportaba como hermano menor, no se despegaban de mi lado, incluso me regalaron un anillo que les había dado un griego. Lo perdí, soy una bruta. Después de comportarme como preescolar durante los seis meses que duró mi extraña estadía en el caribe, también perdí al chico. Antes de que me lo comunicara, tomé mi maleta y volví.


¿A qué viene todo esto Clara? A que mientras hacía esa maleta, yo también creí que no importaría cuanto tiempo pasara. Que se yo, tal vez estoy escribiendo tonteras y tu pena no sea comparable.

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