Después del té:
(llegó solo Francisco, Sara faltó y no tomó precisamente té sino tragos con burbujas. Últimamente y a su pesar: típico de Sara)
Entonces tal vez lo conveniente sería pedir pulseras a Lalén Kusé y Lalén Kucha. ¿Dedicarse a tejer? ¿Seguir tomando infinitamente té? Cerrar la boca, sobre todo eso.
Revisar la versión buena y la mala de todo. Los jardines imperiales, los jardines de revista, el jardín del lado de tu casa, Fran. Nuestra conversación: siempre la misma. Y Sara que definitivamente decidió irse a quien sabe que parte.
Hemos podado tantos árboles y fumado tantos cigarros el último mes. Y de los crisantemos que plantamos en la última primavera. Ni rastro. This is the problem.
Y qué hacer con los dolores de cabeza de Sara. Con sus dibujos. Con los lugares que recorre una y otra vez. Las manos eternamente manchadas de tinta. Siempre que llegamos al segundo té nos da por imaginarnos a Sara de niña. Con una tiza en la mano dibujando el pavimento (las pequeñas rodillas eternamente heridas). 1,2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9. El cielo de Sara.

Dibujo de Sara